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REFLEXIÓN SI TE HAN DEJADO

A veces estamos en una relación de pareja sin pararnos a pensar si realmente es lo que queremos, si estamos realmente bien.
Cuando una pareja se consolida con el tiempo, a veces toma caminos divergentes: lo que al principio parecía un consenso total ahora se ha vuelto un campo de batalla.

Sin embargo hay personas que pasan años y años dentro de una relación de pareja que no les satisface en ninguno de los aspectos. Los motivos de continuar esta situación pueden ser muy variados: "por los niños", por el status económico, por el status social, por no dar un disgusto a la familia, porque ya no hay más mundo que el que se ha creado dentro de la pareja...

Hay ocasiones en que uno de los miembros de la pareja decide poner punto y final a este tipo de relación, que "se ha secado" (¿regamos día a día la relación?). Entonces, la otra parte, la persona que siente que la abandonan, entra en un estado de absoluto desconcierto. Muchas veces la depresión se adueña de la persona que se siente incapaz de remontar esta situación de pérdida, de tristeza, de falta de expectativas.

Ahora bien, a las personas que están pasando por esta situación, hay que enseñarles la realidad, que miren a su alrededor: las personas salen de esta situación, todo el mundo rehace su vida. El tiempo que tarden en hacerlo, dependerá de su actitud frente al problema. 

Muchas personas que acaban de sufrir una situación traumática afirman que volverían sin dudarlo con la persona que les ha abandonado. Tras hacerles reflexionar no se sienten tan seguros de esa afirmación, tan sólo hace falta cambiarles la pregunta a un: "en el supuesto de que tu consiguieras rehacer tu vida, ser feliz, tener amigos, actividades de ocio, tal vez una pareja que te ilusione, ¿renunciarías a todo esto por volver con tu ex?. La respuesta siempre es: no. Luego, ¿que es lo que realmente queremos?. Queremos no sufrir, en el momento presente, sin pensar en un futuro que se asegura incierto y difícil. A veces, ya no queremos a nuestra pareja, pero nos da miedo cambiar. ¿Quien es el más honesto, el que rompe la relación o el que está dispuesto a continuar juntos por comodidad?

CÓMO VIVEN LOS NIÑOS EL DIVORCIO

Bebés (0-1 año): 
  • No comprenden las razones del conflicto, pero se dan cuenta del clima emocional del hogar, sienten la tensión y el descontento. 
  • Se dan cuenta de los cambios en los niveles de energía y en estado emocional de los padres. 
  • Se dan cuenta de cuando uno de los padres ya no está en el hogar. 
  • Dependen totalmente de los adultos que los cuidan. 
  • Comienzan a desarrollar confianza en otros y en el mundo. 
  • Cúanto tiempo se pase con los bebés determina la formación de los lazos afectivos. 
  • Fíjese si muestran señales de malestar. Si lucen más irritables, nerviosos, si demuestran más rabietas, pérdida de apetito, o retrasos en su desarrollo. 
  • Hágales sentirse seguros demostrándoles afecto, meciéndoles, tocándoles, hablándoles con cariño. 
  • Mantenga sus juguetes y objetos favoritos a la mano. 
  • Mantenga las rutinas lo más posible. Introducir personas nuevas gradualmente. 

Niños pequeños (1-3 años): 

  • Necesitan estabilidad y predictibilidad. 
  • Son egocéntricos: creen que causan todo lo que pasa. 
  • Fíjese si muestran señales de malestar: llanto excesivo, apego extremo, dificultades al dormir, pesadillas, ansiedad de separación, regresión a comportamientos más inmaduros. 
  • Ofrecerles más atención y cariño, especialmente a la hora de separarse. 
  • Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender. 
  • Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas. 
  • Demostrar que comprenden su malestar. 
  • Mantener las rutinas lo más posible. 
  • Introducir personas nuevas gradualmente. 

Niños de edad preescolar (3-5 años): 

  • Necesitan estabilidad y predictibilidad. 
  • Son egocéntricos. creen que causan todo lo que pasa, piensan que pueden controlar los eventos, se sienten responsables o culpables del divorcio. 
  • Tienen fantasías sobre la reconciliación de los padres. 
  • Fíjese si muestran señales de malestar: tristeza, confusion, preocupaciones, temores, pesadillas, agresión, regresión a comportamientos mas inmaduros, aislamiento, apego extremo, quejosos. 
  • Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender. 
  • Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas. 
  • Leerles libros sobre el divorcio. 
  • Animarles a hacer preguntas y a hablar sobre sus sentimientos y pensamientos. 
  • Demostrar sensibilidad a sus temores. 
  • Decirles repetidamente que no son responsables por el conflicto o el divorcio. 
  • Apoyar la relación de los niños con el otro padre, a menos que sea peligroso. 
  • Mantener las rutinas lo más posible. 
  • Introducir personas nuevas gradualmente. 
Niños de escuela primaria (5-12 años): 
  • Se dan cuenta de lo que pasa, pero carecen de las destrezas necesarias para lidiar con los conflictos. 
  • Pueden comprender el concepto de divorcio. 
  • Penan la pérdida de la familia como era antes del divorcio. 
  • Pueden sentirse rechazados por los padres. 
  • Tienden a culpar a otros, a menudo a uno de los padres. 
  • Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender. 
  • Fíjese si muestran señales de malestar: tristeza, problemas académicos y/o sociales en la escuela, comportamiento inapropiado, achaques físicos, conflictos entre hermanos por competencia. 
  • Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas. 
  • Leer libros sobre el divorcio. Animarles a hacer preguntas y a hablar sobre sus sentimientos y pensamientos. 
  • Demostrar sensibilidad a sus temores. 
  • Decirles repetidamente que no son responsables por el conflicto o el divorcio. 
  • Apoyar la relación de los niños con el otro padre, a menos que sea peligroso. 
  • Mantener las rutinas lo más posible. 
  • Introducir personas nuevas gradualmente. 
Adolescentes (13-17 años): 
  • Están más envueltos con su grupo de pares y dependen menos de sus padres que los niños menores. 
  • Les preocupa el impacto del divorcio en sus relaciones. 
  • Sienten dudas de sus propias capacidades de establecer relaciones a largo plazo. 
  • Pueden tratar de tomar ventaja de los padres. 
  • Fíjese si muestran señales de malestar: ira y hostilidad extrema, actitud desafiante, preocupación por asuntos financieros u otros asuntos de adultos, auto-concepto disminuido, aislamiento, problemas académicos o sociales en la escuela, comportamientos impredecibles o arriesgados. 
  • Mantener abiertas las vías de comunicación. 
  • Ser justo y razonable al asignarles responsabilidades. 
  • Apoyar la relación de los muchachos con el otro padre, a menos que sea peligroso.

DIFERENTES TIPOS DE INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN UN PROCESO DE SEPARACIÓN

diferentes caminos de ayuda psicológica en el proceso de separación

¿PERMANECER O DESAPARECER?

Muchas personas que viven en pareja llegan a un momento en su vida en las que el tedio, la incomprensión, la soledad se han hecho sus mejores compañeros.

Miran atrás, a los que les llevó a unirse a una persona y no pueden encontrar ninguna de las razones. La ilusión, el compromiso, las ganas de compartir y disfrutar de las pequeñas cosas se han esfumado y se sienten completamente vacías, y en algunas ocasiones desesperadas.

La presión familiar, los amigos, la presencia de hijos, la motivación económica, hacen difícil replantearse la vida, la persona se encuentra en un cruce de caminos: la felicidad y la estabilidad.


Esta situación es realmente peligrosa. La insatisfacción personal puede llevar a ver todo bajo un prisma negativo, a no estar atento a la parte buena de la relación, minimizando la gratificación que recibe y focalizando la atención en los aspectos negativos, lo que alimenta la sensación de vacío y fracaso.

Ante una situación de este tipo, es necesario que la persona analice sus sentimientos, de una forma global. En algunas ocasiones, la ayuda de un terapeuta que dirija las preguntas que la persona debería formularse, puede ayudar a ese proceso de clarificación.

Dejar a la otra parte de la pareja al margen de esta crisis puede resultar perjudicial y por supuesto, nada leal: el otro tiene que saber su parte de responsabilidad y tener la oportunidad de meditar sobre hacia dónde se dirige su relación, si los lazos son el cariño o el amor verdadero, si existen los motivos que les llevaron a unir sus vidas, y si quiere luchar (de verdad) para buscar nuevas vías para fortalecer su compromiso.

La terapia de pareja puede ayudar mucho a las parejas en crisis, cuando existe realmente una motivación para cambiar aquellas actitudes o formas de ver la relación que les han hecho alejarse. Desgraciadamente muchas veces en terapia de pareja nos encontramos con una falta de compromiso: una de las partes busca realmente nuevas fórmulas de acercamiento y la otra parte "está cubriendo el expediente" porque no desea abandonar la relación.

Las personas ante una crisis de relación deberían disgregar los aspectos de permanencia o abandono, analizando cada factor por separado. El núcleo de la intervención se basa en la propia felicidad del individuo, y los miedos se tendrán que ir tratando uno a uno. Es absurdo continuar con una pareja cuando no existe comunicación o las muestras de afecto se reducen a una relación fría y "políticamente correcta", ya que eso es una fuente de insatisfacción no sólo para ambas personas, sino también para las personas que forman el núcleo familiar.

Establecer las verdaderas razones que nos llevan a pensar que la relación está acabada tienen que pasar por un análisis "con el corazón el la mano", ya que a veces factores externos, como enamoramientos por cubrir el vacío afectivo, envidia de la situación de otras personas en situación de libertad, pueden llevar a una obstinación respecto al fin con consecuencias dramáticas. 

Si la situación realmente no depende de factores externos, o la necesidad de un cambio ha aparecido de forma independiente o anterior, la persona debe evaluar su momento afectivo de forma intrínseca, buscando lo que realmente desea en la vida. Debe tener en cuenta el daño que produce, pero no como un factor de paralización de su camino, sino buscando la forma más madura y adaptada de plantear esta nueva situación. En ocasiones se espera a que los niños sean mayores, para que no sufran (¿alguien cree realmente que el sufrimiento de los hijos es menor a los 20 años que a los 10?, ¿no será la forma y no la edad la que tengan repercusión sobre el afrontamiento de la situación?). Otras veces es el "disgusto que se va a llevar la familia" lo que paraliza el proceso, o la presencia de problemas económicos que hacen difícil o imposible la existencia de dos núcleos familiares: si la casa pesa más que la felicidad, tal vez la persona deba plantearse que sus objetivos vitales están más próximos a lo material que a lo afectivo y deba quedarse en esa situación. 

Dar a la otra persona la posibilidad de ser nuevamente amada, cuando nosotros ya no tenemos nada que ofrecer más que una convención social o un interés económico es a veces un síntoma de salud mental, equilibrio personal y coherencia... además de representar el último gesto de generosidad hacia alguien que tal vez se merezca algo mejor.